"(La madre Laura) Nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente -como si fuera posible vivir la fe aisladamente -, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos", dijo el papa.
En la homilía, el papa Francisco afirmó: "Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, acogiendo a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio”.
La mamá de la madre Laura le inculcó a ella a rezar el Rosario por un señor de nombre Ipólito Uribe " hasta que un día ella preguntó:
¿por qué nos haces rezar por ese señor todos los días?
Y ella respondió: él fue la persona que mató a su papá, pero toda la vida he querido criarlos con perdón y con reconciliación. No les pido que lo olviden, pero sí les pido que perdonen".
En la plaza de San Pedro estuvo el médico colombiano Carlos Restrepo, quien sanó milagrosamente por intercesión de la madre Laura.
Restrepo se dirigió al Sumo Pontífice y le entregó una reliquia.
Así proclamó el papa Francisco:
"En honor de la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica e incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra".
En la fachada de la basílica colgaban los dos grandes retratos de las monjas latinoamericanas y un tapiz que representa a los "mártires de Otranto", la ciudad del sur de Italia donde fueron asesinados.
El papa Francisco siguió así:
"después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santos a los beatos Antonio Primaldo y compañeros, a Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upegui y a María Guadalupe García Zavala".
"Los incluimos en el libro de los santos y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los santos".
El papa Francisco dijo que la monja colombiana Laura Montoya y Upegui
(1874-1949), a la que proclamó santa, fue instrumento de evangelización primero
como maestra y después como madre espiritual de los indígenas y enseña a vencer
la indiferencia y el individualismo.
El Obispo de Roma así lo manifestó
en la homilía de la misa solemne en la que proclamó a la primera santa nacida en
Colombia.
"Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero
como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que
infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a
Él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a
ella", afirmó el pontífice.
El papa dijo que esta 1ª santa "nacida en la hermosa tierra colombiana" enseña a los hombres a ser
generosos con Dios, "a no vivir la fe solitariamente, ¡como si fuera posible
vivir la fe aisladamente!, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del
Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos
encontremos. Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a
vencer la indiferencia y el individualismo, acogiendo a todos sin prejuicios ni
reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre
todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio",
subrayó.
El papa agregó que también hoy las hijas espirituales
de Laura Montoya viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y
necesitados, "como una especie de vanguardia de la Iglesia".
Laura de
Jesús Montoya y Upegui (Jericó, 1874-Belencito-Medellín, 1949), una maestra de
escuela, defensora de los indígenas, escritora y mística, es la fundadora de la
Congregación de las Hermanas Misioneras de la Beata Virgen María Inmaculada y de
Santa Catalina de Siena y es la primera santa colombiana.