SACRAMENTO
DE LA CONFESION
Para
los bautizados caídos en pecado tras el sacramento del BAUTISMO. ·
Como dato esencial de fe sobre el valor y la finalidad de la
Penitencia se debe reafirmar que Nuestro Salvador Jesucristo instituyó en su
Iglesia el Sacramento de la Penitencia, para que los fieles caídos en pecado
después del Bautismo recibieran la gracia y se reconciliaran con Dios. · Gracias al amor y
misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser
perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será
recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso. ·
Sobre la esencia
del Sacramento ha quedado
siempre sólida e inmutable en la conciencia de la Iglesia la certeza de que, por voluntad de Cristo, el
perdón es ofrecido a cada uno por medio de la absolución sacramental, dada por
los ministros de la Penitencia. Jesús confiere el poder de perdonar pecados a
hombres normales, sus discípulos, infundiéndoles el Espíritu Santo y
diciéndoles (Juan 20,22) "Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados le serán perdonados; a
quienes se los retuviereis, le serán retenidos”. Es una
realidad evangélica muy importante. Cristo se
vale de hombres consagrados, ordenados al sacerdocio para continuar la obra
evangélica de Su Iglesia. Por eso los
cristianos del pueblo de Dios saben reconocer en los sacerdotes a Cristo mismo
que los escucha y perdona con la ABSOLUCIÓN de los pecados y agradecen la
penitencia amorosa que les manda cumplir de parte de Cristo. De hecho las
palabras absolutorias FINALES son: CRISTO TE HA PERDONADO, VETE EN PAZ! El Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona
Christi, en la persona de Cristo. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo,
aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote.
PARTES DE LA CONFESIÓN
· EXAMEN DE CONCIENCIA · Una condición
indispensable es, ante todo, la rectitud y la transparencia de la conciencia del penitente. El examen de conciencia
debe ser siempre la
confrontación sincera y serena con la ley moral interior, con las normas
evangélicas propuestas por la Iglesia, con el mismo Cristo Jesús, que es para
nosotros maestro y modelo de vida. Aprended a llamar mal al mal, y bien al bien. Aprended a llamar pecado al pecado y no
lo llaméis liberación y
progreso, aun cuando toda la
moda y la propaganda fuesen contrarias a ello.
DOLOR de los pecados Y
PROPÓSITO de la enmienda
·
El acto esencial
de la penitencia por parte del penitente, es la contricción, o sea un rechazo claro y decidido del
pecado cometido, junto con el propósito de no volver a cometerlo, por el amor
que se tiene a Dios y que renace con el arrepentimiento. (...) De esta
contrición depende la verdad de la penitencia.
·
En realidad, la
negligencia para solicitar el perdón, incluso la negativa de convertirse, es lo
propio del pecador.
·
La necesidad de la
Confesión lucha en el alma con la vergüenza; pero
cuando el arrepentimiento es verdadero y auténtico, la necesidad vence a la
vergüenza. DECIR LOS PECADOS
· Decir los pecados es exigido ante todo por la necesidad de que el pecador sea conocido
por aquél que en el Sacramento ejerce el papel de juez -el cual debe valorar tanto la gravedad de los pecados,
como el arrepentimiento del penitente- y a la vez hace el papel de médico, que debe conocer el estado del enfermo para ayudarlo y
curarlo. (...) La
acusación de los pecados es también el
gesto del hijo pródigo que vuelve al padre y es acogido por él con el beso de
la paz; gesto de lealtad y de valentía; gesto de entrega de si mismo, por
encima del pecado, a la misericordia que perdona. "¿Has pecado? -nos pregunta San Juan Crisóstomo- ¡confiesa entonces a
Dios! Denuncia tu pecado, si quieres que te sea perdonado. No hay que cansarse
para hacer esto, no se necesitan giros de palabras, ni debe gastarse dinero:
nada de eso. Es preciso reconocer de buena fe los propios pecados y decir: He
pecado " LA ABSOLUCIÓN
· Momento
esencial del Sacramento de la Penitencia compete ahora al confesor juez y
médico, imagen de Dios Padre que acoge y perdona a aquél que vuelve: es la absolución. La fórmula sacramental: "Yo te absuelvo...", y la
imposición de la mano y la señal de-la cruz, trazada sobre el penitente,
manifiestan que en aquel
momento el pecador contrito
y convertido entra en contacto con el poder y la misericordia de Dios. Es el
momento en el que, en respuesta al penitente, la Santísima Trinidad se hace
presente para borrar su pecado y devolverle la inocencia, y la fuerza salvífica
de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es comunicada al mismo penitente.
( ) Solamente la fe puede asegurar que en
aquel momento todo pecado es
perdonado y borrado por la misteriosa intervención del Salvador. CUMPLIR LA PENITENCIA
·
La satisfacción es el acto final, que corona el signo
sacramental de la Penitencia. Lo que el penitente perdonado y
absuelto acepta cumplir, después de haber recibido la absolución, se llama
penitencia. · La penitencia tiene
por misión conseguir la remisión de las penas temporales que, después de la remisión de los
pecados, quedan aún por expiar en la vida presente o en la futura.
ADVERTENCIAS
·
Examínese pues, el hombre a sí mismo (I Cor 11, 28) ·
San Pablo: "El que
come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia
condenación" (l Cor 11, 29). "Discernir el Cuerpo del Señor"
significa, para la doctrina de la Iglesia, predisponerse a recibir la
Eucaristía con una pureza de espíritu que, en el caso de pecado grave, exige la
previa recepción del sacramento de la Penitencia. NO PERMANECER EN EL PECADO Importante saber que la reconciliación de varios penitentes con confesión y
absolución general reviste carácter de excepción y por
tanto no queda a la libre elección. (...) Ésta no puede convertirse en
forma ordinaria y no puede ni debe
usarse si no es "en casos de grave necesidad", quedando firme la
obligación de confesar individualmente los pecados graves antes de recurrir de
nuevo a otra absolución general. (...) Esta posterior confesión integra e
individual de los pecados, debe hacerse lo antes posible. Definitivamente, mientras no estamos decididos a abandonar
nuestras posiciones de pecado, no nos debemos confesar. Con Dios no se juega. El
no es alguien que se pueda contentar con un acto exterior. Mira lo más profundo
de nuestro ser y sabe nuestro interior mejor que nosotros mismos. Dios sabe de nuestra debilidad: . No nos pide que
nunca volvamos a pecar; nos exige solamente el deseo verdadero de ser fieles y
la sinceridad completa en nuestro rechazo del pecado y en nuestro retorno a EL.
|