QUÉ ES "AIN"
AYUDA A LA IGLESIA NECESITADA
Es una Asociación Pública y Universal dependiente de la Santa Sede.
Fue fundada en 1947 por el P. Werenfried van Straaten, monje premonstratense holandés, conocido mundialmente por el cariñoso nombre de P. Tocino por la inmensa cantidad de tocino que repartió a los refugiados de la II Guerra Mundial en Europa Central.
Su FINALIDAD es eminentemente PASTORAL: a través de la oración, la información y el apoyo económico, ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ asiste a los cristianos que son perseguidos o ven amenazada su fe y su dignidad humana, así como a los refugiados, víctimas de guerra y de catástrofes naturales, sin distinción de raza o religión. Cada año el Secretariado Internacional de la Asociación, con sede en Königstein (Alemania) recibe más de 10.000 proyectos de ayuda procedentes de cerca de 150 países.
DATOS SOBRE SU FUNDADOR
El Padre Werenfried van Straaten nació en Holanda el 13 de enero de 1913. A los 21 años ingresó a la abadía premonstratense de Tongerlo, Bélgica, donde fue ordenado sacerdote en 1940. Siete años más tarde, finalizada la Segunda Guerra Mundial, creó Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) para socorrer a los refugiados alemanes.
"Todo cristiano debe tener los dos pies en el suelo y el corazón en el cielo." Desde entonces el Padre Werenfried, o Padre Tocino como cariñosamente lo llamaban, consagró su vida a la reconciliación de los pueblos destrozados por la guerra. También se esforzó por responder a las necesidades espirituales y materiales de los cristianos en todo el mundo, teniendo siempre a Cristo y a su Iglesia como centro.
"La Iglesia es más floreciente allí donde sufre, y está más necesitada allí donde huye de la Cruz."
Su entrega fue completa. No conoció limitaciones de ningún tipo cuando se trataba de ayudar a la Iglesia. Con un ingenio singular, hizo frente a las situaciones extremas que se le fueron presentando. "Autos-Capillas", "Barcos-Capillas" y "sacerdotes con mochila", fueron algunas de las ideas que tuvo el Padre Werenfried para llevar la Fe a los más necesitados.
"La caridad no debe conocer medida ni fronteras; no tiene límites."
El Padre Werenfried murió el 31 de enero de 2003 en Alemania, siendo despedidos sus restos por agradecidos cristianos del mundo entero y dejando como legado, una fundación que ya se encuentra en 17 países del mundo "Acercar a Dios a las personas es el objetivo de nuestro trabajo. Nosotros hemos de ser las puertas abiertas por las que el Amor de Dios abra una vía triunfal, para que el más abandonado de nuestros hermanos y el más endurecido de los perseguidores puedan recibir su calor". Fuente; http://www.ain-es.org/quienes.aspx?s=2
Pensamientos del Fundador
"La Santa Iglesia no es una colección de monumentos culturales, sino Cristo vivo que quiere vivir en nuestro corazones, que quiere dar con nuestras manos y revelar su bondad en nuestra caridad”.
"En la Sagrada Escritura hay una frase trágica: ‘Ha venido a su casa y los suyos no le han recibido’. No había sitio para él porque los suyos no tenían caridad. Esa es la oscura raíz de las guerras y las destrucciones, de la injusticia y del desorden. Cristo no está más que donde está la caridad”. "Fue entonces cuando entré en contacto con un dominico cuya influencia fue determinante en mi vida. El me hizo descubrir el cristianismo como continuación de Cristo. Ser cristiano, entonces lo comprendí, es vivir como Cristo, pidiendo al Padre, dando y dándose con todo su ser”. "Hay que pedir al hombre lo imposible, que rompa sus límites, que aumente sin cesar su capacidad de amar, que abra sus manos a quienes le piden pan, que escuche las quejas de los infelices, de los no amados”. "El hombre es mucho mejor de lo que se cree. La mejor manera de atajar la violencia y el odio es recurrir a su bondad y generosidad. Son muchos los dispuestos a sacrificios auténticos si se recurre a ellos. No temamos pedir su ayuda. A menudo, no esperan más que esta invitación para despertarse al amor, para descubrir a Cristo”. "Pongamos lo que somos y lo que tenemos al servicio de Dios, de la Iglesia y de los demás. Está a nuestro alcance... Oremos como si todo dependiese de Dios y actuemos como si todo dependiese de nosotros”. "No temamos. Dios es más grande de lo que creemos. El hombre es mejor de lo que pensamos. Trabajemos en pro del reino de Dios y todo lo demás nos será dado por añadidura”. "No esperemos a que el Señor aparezca en un nimbo luminoso haciendo milagros. El, que desde toda la eternidad es misericordioso, nos ha elegido, en su gran bondad, para que seamos en este mundo los artesanos de su caridad”. "El amor al prójimo no está tejido con palabras bellas. El amor exige ofrendas, actos y sacrificios. Exige, ante todo, la entrega personal. Y exige además que tomemos claramente partido a favor de los hambrientos, los perseguidos, los pobres, los enfermos, los prisioneros. Son ésos los que Cristo nos describió en el Juicio Final, y en ellos Cristo reviste nuestra apariencia”. "Lo que damos con amor pertenece, de todos modos, a Dios. Y si nosotros mismos pertenecemos al Señor, seremos tal vez capaces de vencer al Maligno. Porque el amor es más fuerte que la muerte”. "Ni un solo instante hemos dejado de atraer la atención hacia el hecho de que todos los pueblos forman un todo y de que somos solidarios y responsables unos de otros. Hemos subrayado la obligación que tiene la Iglesia de guiar al cielo a los refugiados en quienes ha muerto la esperanza, y lo mismo a los perseguidos: todos los hombres son hermanos nuestros porque Cristo murió por ellos como por nosotros”. "La predicación más elocuente si no va subrayada por la caridad está destinada al fracaso”. "Estamos obligados a consolar y ayudar con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma a los que Cristo ha elegido llamándolos ‘los más pequeños de entre los suyos’”. "La caridad no debe conocer medida ni fronteras; no tiene límites. No debe contentarse con procurar lo estrictamente necesario, sino que debe, siguiendo el ejemplo de nuestro Padre celestial, estar pronta a dar también el resto”. "Hemos de recibir la gracia de Dios, hemos de rezar más y hacernos mejores, unirnos a los que por sus virtudes y por la vocación que han recibido de Dios pueden ayudarnos. Y, en la medida de nuestras débiles fuerzas, tenemos que ayudar a nuestros semejantes”. "Nuestra preparación más segura para un porvenir mejor reside en nuestra resurrección con Cristo a una vida de bondad, de generosidad, de compasión, de entrega, de caridad concreta, en unidad con todos los hombres de buena voluntad”.
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