Yo no puedo entender cómo se puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo, presente con toda su
Divina Majestad en esta Sagrada Hostia en una manera, así, superficial", y comenzó a llorar.
Estas escenas me tocaron tan profundamente a la edad de 12 años, que nunca me dejaron
en la vida. Tampoco nunca pude entender -hasta hoy-, siendo sacerdote y obispo, cómo se
puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo ¡a nuestro divino Señor
Jesucristo! de una manera, así tan pobre de gestos, de adoración, de reverencia.
Así es que me sentía obligado en conciencia de hablar sobre esto.
Y observé después de 30 años en occidente, como se divulga esta manera de distribución de
la comunión con todas las reglas de la moda, con todas las reglas de una estrategia global.
Un laico, convertido del protestantismo, en cuyo culto se le permitía arrodillarse para recibir
la "cena del señor" en la boca, que es un mero símbolo, pero al convertirse al catolicismo, le
prohibieron recibir de rodillas a Nuestro Señor en la Eucaristía.
Era absurdo que como protestante podía arrodillarse ante un símbolo y se le prohibía, como
católico, arrodillarse ante la presencia real de Nuestro Señor.
Nuestro Santo Padre Benedicto XVI comenzó a distribuir la Sagrada Comunión a personas
arrodilladas y en la boca, a partir de la fiesta de Corpus Christi del año pasado.
Y ha hecho esto no solamente en Roma, sino en todos los paises que ha visitado, incluso en
los paises en los que las Conferencias Episcopales permiten INFELIZMENTE
la Comunión en la mano.
Ahora, para nosotros, obispos y sacerdotes, que queremos sentir como Iglesia, sentir
como el Papa, verdaderamente, y no solamente con palabras, no podemos comportarnos
indiferentes, y cerrar los ojos delante de este ejemplo claro, humilde y modesto del Santo
Padre.
Es un magisterio práctico en este punto concreto.
Entonces pienso que nosotros los obispos y sacerdotes debemos sentirnos obligados a imitar
al Papa. Hoy el mundo está perdiendo el sentido de la sacralidad.
Entonces la Iglesia de hoy tiene la misión de testimoniar al mundo con gestos concretos,
señales de reverencia de su Fe. Debemos profundizar sobre el Misterio de la Encarnación, de
Dios Encarnado, con todas sus consecuencias, y profundizar nuestra Fe en el dogma de la
Transubstanciación, el dogma de la Presencia Real, con todas sus consecuencias prácticas.
Esto exige gestos concretos de adoración: la genuflexión, estar arrodillados, que es un gesto
típicamente Bíblico, Neotestamentario, Apocalíptico.
Pienso que debemos profundizar en nuestra Fe, el misterio de Dios encarnado eucarístico, no
solamente con palabras, tal vez bonitas, sino con gestos y obras concretas.
Y así yo pienso y espero, que a ejemplo del Santo Padre, la Iglesia podrá hacer una
contribución concreta también por este gesto de veneración en el momento más sacro, más
venerable de nuestra fe que es la sagrada comunión.